
En un ambiente un poco tenso, se desarrollarán este domingo las elecciones para la presidencia de la República en Colombia. Las diversas fuerzas en contienda, nutridas por los movimientos y partidos políticos activos en el país, tienen en juego, más que el ocupar el más importante cargo de elección popular, definir el curso a seguir de las políticas estatales y la transformación de una nación que históricamente ha vivido la polarización política y durante las últimas tres décadas una situación económica que no ha ofrecido esperanza de bienestar a la mayor parte de los colombianos.
El país que tradicionalmente ha vivido altos índices de abstencionismo, espera en estas elecciones mejorar las cifras de participación política de los ciudadanos a través del ejercicio del voto, con el anhelo de que este sea consciente y rompa finalmente con los habituales ciclos de corrupción, clientelismo y fraude a los que los colombianos están acostumbrados.
El voto estará determinado por la población joven votante, sector en el que se presenta mayor abstención, de quienes se espera ejerzan un compromiso con la renovación del país. Las campañas, justamente, han estado orientadas a la franja etaria de los 18 a 30 años, buscando evitar su apatía y motivándoles a determinar el curso del país en el que se quiere vivir.
Si bien el mandato del presidente es de cuatro años, los últimos dos gobernantes han permanecido en la sede del ejecutivo por dos períodos, es decir 8 años cada uno. Entre las opciones enfrentadas están dos que representan continuismo frente al modo tradicional de gobernar, sin embargo, alejándose de los temas centrales del actual gobierno, especialmente en lo que concierne a la paz. Otras tres opciones con verdadero potencial electoral se mueven entre las coaliciones de izquierda, una progresista enfocada en el elemento de transformación de la nación a partir de lo humano (la propuesta de gobierno denominada Colombia Humana, del candidato Gustavo Petro), otra la ofrecida por la coalición de centro que tuvo destacada votación en los anteriores comicios (elecciones del legislativo) y que ha gozado de acogida por parte de sectores que quieren la renovación política pero no la ven del lado de la izquierda y, finalmente una propuesta que se compromete con el proyecto político de negociación y paz del actual gobierno, con gran respaldo por parte de los electores que no se identifican con las otras propuestas.
El escenario es complejo y los enfrentamientos en los medios de comunicación masiva y redes sociales cada vez suben el tono a la ofensa e intolerancia; sin embargo, la posición que asuma la iglesia frente a las elecciones determinará el modo como los resultados signifiquen verdaderas oportunidades de construir una nación fuerte, fundada en el respeto por el otro, el trabajo mancomunado y el interés colectivo. De ahí que al interior del luteranismo se respeta la conciencia de cada elector, se invita a votar considerando no los candidatos desde la idealización y engañosa imagen que generan las campañas, sino de las propuestas estructurales y la claridad de sus postulados en pro del pueblo colombiano.
Hacemos, pues, una invitación a votar a conciencia, con compromiso social por la justicia y la paz y sin caer en la agresión o el irrespeto por quien piensa diferente: que se note que seguimos a Cristo y su Evangelio de amor, el cual, puede, con nuestro apoyo y compromiso, hacer de éste un país menos violento, más humano, capaz de trabajar por la reconciliación, independientemente de quién le gobierna. Pongamos en oración este momento histórico de Colombia y ejerzamos nuestro derecho en paz, con esperanza, como legítimos cristianos.