
Por: Parceros Y Panas – Ante la realidad que trastoca el sentir de la humanidad provocada por los efectos de una pandemia, que desentrañó nuestros más profundos miedos, es menester detenerse a reflexionar un poco, de seguro en este ejercicio surgen más preguntas que respuestas, buscando entender como la humanidad se ha limitado a espacios tan reducidos como lo es el hogar para su supervivencia, claro y no es para menos, seguramente son mecanismos de defensa provocados por el temor de enfermarse y morir, de seguro eso no da tiempo para pensar en tantos que no cuentan con esos espacios reducidos para sobrevivir y auto protegerse de los embates que está provocando esta enfermedad que emerge para criterio de muchos como un forma de autodefensa de la naturaleza por el impacto negativo que el ser humano ha provocado sobre ella.
Detenerse a pensar en aquellos niños cuyos padres en muchos rincones del mundo, Venezuela y Colombia entre ellos han decidido partir buscando otras opciones de supervivencia, sin pensar en las consecuencias que esto conlleva, detenerse a pensar en aquellos hombres y mujeres que hoy están abandonados a la suerte del día porque un día dejaron sus casa, sus familias y sus tierras huyendo de su país preñados de necesidad y hoy viven en la constante angustia de saberse lejos de los suyos y sin un refugio donde aguardar la cuarenta promulgada por los gobiernos de los países destino, en estas líneas quiero invitar a las conciencias de aquellas personas y comunidades de acogida a romper las barreras del egoísmo y la desigualdad, la migración es un derecho, donde quiera que haya un migrante, hay una historia de vida, hay una familia, por lo tanto no debemos dejarlos solos, son personas que esperan un poco más de la vida.